Problemas en las puertas del cielo

-De ninguna manera, usted no puede entrar aquí.

De lejos presenciaba la discución entre la ánima y el cuidador de la entrada al cielo.
San Pedro, retirado hace poco tiempo, dejó a un reemplazo sin entrenamiento a cargo de juzgar las almas y dictamiar quien entraría al reino de Dios y quien era rechazado.

-Su corazón pesa más que la pluma de la verdad así que usted no puede entrar -repetía una y otra vez el flamante celador.

-Pero si todo lo que hice en vida fue ayudar a todos los que pude.

-No para la pluma en la balanza.

En mi mente no podía entender como aquel hombre no ingresaba al cielo, con honores. Un hombre con un corazón magnánimo y cuya historia es sobrecogedora. Su alma llevaba una carga muy grande al ser él quién debió poner fin a la vida de su único hijo para que no sufra más. Esa pena es la que le hacía perder el equilibrio en la balanza de Osiris.
Pero ahora todo es más burocrático. El nuevo empleado no es como San Pedro, no lee las historias de vida ni ve los resúmenes que yo preparo con basto esfuerzo.
Aquel hombre hizo todo bien y la entrada al cielo se le negaba por un trabajador que no quiere trabajar, que quiere cumplir su horario e irse, por un robot que hace el mínimo esfuerzo. «Si la balanza dice que no, entonces es que no.» repetía una y otra vez en su discurso. Es sabído que la balanza no es perfecta y la desición final debe ser arbitrada con la historia de vida y con el resumen que yo preparo, como lo hacía San Pedro.
Pero no, pusieron a un parásito al frente de una de las tareas más importantes y a mi me mantienen en este mísero empleo porque «soy demasiado bueno» para cambiarme de puesto.
Trabas, burocracia, mucha frustración y contactos.

-Por favor, quiero ver a mi hijo. Revise mi alma y verá que solamente hay bondad.

El nuevo empleado se miraba las uñas, haciendo caso omiso del pedido del hombre.

-No, la balanza dice que no. ADIOS.

Al mirar todo, solamente podía pensar que en lo maldito que era el nuevo. ¿Por qué le dieron ese trabajo a alguien que no piensa? Era un caso del síndrome de Homero Simpson y me hervía la sangre.
San Pedro se había retirado y ya no le interesaba nada relacionado a este trabajo ni al futuro de las ánimas. Lo había hecho duante miles de años y por fin se daba un descanso. No podía culparlo por hacerlo, pero debío aleccionar a su seguidor. Las cosas estaban cambiando para mal y yo solo podía mirar y callar. Quería meterme e interceder a favor del hombre pero no me harían caso.
Se que no me lo tengo que tomar personal, que esto es un trabajo, pero es un trabajo que requiere tacto, requiere sentimientos, requiere empatía y sobre todo, requiere poseer aún tu alma…

—- o—-

¿Cuantas veces lo vemos en nuestros trabajos? Miramos el poco esfuerzo que nuestro compañero hace por el bien común mientras que nosotros nos sacrificamo» para mejorar nuestro sitio de trabajo y ser recompensados.
Tirar para adelante, remar junto a tus colegas, avanzar y crecer son definiciones que no entran en la cabeza de algunos, sin embargo los vemos progresar o los vemos tener más suerte que nosotros.
¿Por qué sucede esto? ¿Acaso es culpa de los que nos esforzamos? ¿Acaso los otros viven de nuestros logros? ¿Estamos mal los que intentamos mejorar nuestros trabajos y los lugares en donde nos emplearon?
Si me contrataron es porque confían en mi. ¿No debería responder con dedicación y sacrificio o acaso debería asumir que si me contrataron es porque me necesitan y deberían agradecer todo lo que hago aunque sea poco y nada?

¿Deberían dejar de importarme las cosas?

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