Curso de hombría

-¿De qué te sirve un abogado durante el Apocalipsis? ¿O un contador? ¿Un programador? ¿O incluso una persona de recursos humanos? -comenzó a decir el orador.

El curso era gratís, brindado por un hombre, uno de esos hombres de antaño que saben hacer de todo lo que la sociedad moderna nos acostumbró a tener. En el mundo de antes  él era un nadie, luchando día a día por la comida, pero ahora ese hombre era lo más cercano que teníamos a un Dios.

-Aprenderán a sobrevivir, aprenderán sobre plomería, reparaciones básicas del hogar, mecánica automotríz. Les enseñaré a afilar cuchillos y a faenar a los animales que tengamos, para que de esta forma estemos todos unidos para darle batalla a este nuevo mundo.

Estaba en su salsa, eso era indudable. Engreido en sus conocimientos, pero debíamos escucharlo. La tecnología ya no existe, murió al desaparecer casi la totalidad de la vida sobre el planeta. Internet y lo que representaba ya no era de importancia.
No somos ni 20 personas en el curso, sin embargo, somos todos los que quedamos en la ciudad y en las ciudades cercanas.  Teníamos que escucharlo a él, a nuestro rey sin corona.

-Sus profesiones ya no sirven, sus conocimientos en computación son inútiles. Ser negro, gay, trans o distinto no nos ayuda a sobrevivir. Debemos pensar como uno y actuar como uno. Escúchenme, sigan mis consejos y les prometo que no solo sobreviviremos, sino que tendremos una vida con las comodidades del pasado.

Todos vitorearon. Todos, incluso yo. Un oficinista común y corriente, empleado de una firma de abogados que nunca supo esto de ser hombre. Si el auto se estropeaba llamaba al auxilio, si las canillas perdían al plomero, si tenía hambre al restaurante. Mi vida era una vida normal, sencilla se podría decir, sin darme cuenta de las comodidades en las que vivía. Se ve que estabamos todos, salvo nuestro salvador, en una situación similar. Obtusos, miopes y hasta torpes en las labores más sencillas. La vida moderna nos había relajado y el rato libre era para los pasatiempos.

-Luchar por un sueldo no tiene sentido cuando el dinero no sirve. Ser un abogaducho que solo repite ‘daños y perjuicios’, ‘daños y perjuicios’ y ‘daños y perjuicios’ una y otra vez es inútil.

Se ve que nuestro heroe estaba descargando conflictos internos del pasado. Algo que todos nosotros hicimos al recordar a nuestras familias y al no tenerlas, los descarga con sus frustraciones económicas. Lamentablemente tenemos que sorportar esos comentarios, esa publicidad antes del video, porque necesitamos de sus conocimientos.
Estaba ansioso por aprender, quería poder aprender para luego tomar el problema con mis manos y resolverlo, pero sus discursos eran eternos a veces.

-En el día de hoy aprenderemos sobre plomería, como arreglar canillas para que no pierdan. Recuerden, el agua que tenemos es limitada y cada gota vale.

-SI- grité emocionado.

Todos me miraron y bajé la cabeza. Al fin podría aprender aquello que tanta frustración me dio en la vida anterior.
Nos encaminamos al lugar de prueba, yo en primera plana, ansioso por aprender.

-Comencemos. ¿Algún voluntario?

Inmediatamente avancé y me coloqué entre nuestro salvador y la canilla de pruebas.

-Abrela con cuidado y te mostraré exactamente y con mucho detalle que debes hacer.

La abrí de un tirón a causa de mi emoción y el agua salió disparada, mojándome por completo.

-¡Éres un imbecil!- fue lo último que escuché decirle antes de recibir su golpe.

Desperté con dolor de cabeza y con la sábana mojada.

«Otra vez no» lamenté mientras escuchaba a la maldita gotera de la canilla del baño.

Todos los plomeros me rechazaron. Tenían trabajos más importantes que mi pequeño problema, pero para mi aquello era lo más parecido al fin del mundo que podía imaginar.

-¡Maldición!- exclamé. -¿Por qué rayos no sucede el fin del mundo de una vez?

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