Archivo por meses: septiembre 2019

Cuentos improvisados

La improvisación se me da muy bien, debo admitir.
Cada vez que comienzo con un cuento o una historia, se oscurece el mundo a mi alrededor y me quedo enfocado en completarla. La vivo y es por eso que la entiendo.
Todos, absolutamente todos los cuentos puestos en esta página fueron ciertamente improvisados. Teniendo solamente una frase, una situación o una ínfima idea es cuando me siento a escribir. En ese momento todo desaparece. El teléfono puede sonar mil veces y no lo contestaré. Existimos solamente el teclado, el monitor, la silla, la pequeña luz blanca de la bombilla, mi cabeza y mis dedos. Todos trabajando en conjunto para completar el escrito.
A pesar de haber publicado tantos cuentos en esta página (y otros tantos en una página más vieja que iré rescatando y actualizando), la mayoría de mis cuentos y mis historias, de mis ideas en definitiva, no son escritas.
Son momentos en que hablo solo, con mi familia o con mi esposa. Momentos en que no me importa si soy escuchado o no, solamente me enfoco en crear la historia una vez comenzada, una vez que tuve el pie.
Sin embargo, al llegar mi hijo a mi vida, me regalaron a un ser al que le gusta escucharme, que me presta atención y me mira fijo cuando le estoy improvisando un cuento.
Tiene casi cuatro meses de vida y desde que nació, le he contado unos diez cuentos cada dos semanas, como mínimo. Eso representan decenas de historias, de las cuales algunas terminan resultando en buenos cuentos.

Acá pondré esas historias que bien salieron y que tan orgulloso me hacen sentir.
La primera historia que recuerdo que me quedó muy bien fue la del león en la granja. Sin embargo, la extendi y la puse en una entrada aparte, por lo que no estará en este recopilatorio. Siempre teniendo en claro que son historias muy cortas.

«La planta soñadora»
Es la historia de una pequeña planta que creía en un jardín inmenso. Estaba rodeada de hermosas rosas, elegantes girasoles, inmensos robles y todo tipo de plantas.
Pero la pequeña planta no se sentía feliz. Estaba aburrida y no quería ser quien era.
Deseaba ser larga y hermosa como una rosa. Lo deseó tanto que su deseo se cumplió y al día siguiente se había convertido en una larga y bella rosa roja. Se sentía a gusto siendo aquella flor hasta que vino el jardinero y de forma cruel, cortó con tijeras a todas sus amigas rosas y se las llevó. Entonces tuvo miedo y miró al girasol, siempre recto, mirando al sol, desafiando a las abejas que le asechan. Deseó ser como el girasol y lo deseó tanto que al día siguiente se había convertido en uno. Era un día de mucho sol y nada le hacía perder la postura. Sin embargo, la hija mayor granjero llegó y arrancó al pequeño girasol desu sitió. Uno a uno fue quitándole los pétalos y pronunciando frases de amor hasta que ya no quedaron y la flor fue olvidada en el suelo. Olvidada y triste, miró al fuerte roble y deseó ser como él. Lo deseó tanto que al día siguiente amaneció siendo aquel árbol.
Siendo un roble, se sentía grande y poderoso. Nada podía dañarlo, eso creía y estaba equivocado. Llegó un hombre y junto al granjero talaron al roble para utilizar su madera.
Del árbol quedó solamente su tronco y desde esa posición pudo ver a una pequeña plantita igualita a como era él antes y deseó volver a ser ella.  Lo deseó tanto que por fin pudo despertar. Todo había sido un sueño. La pequeña planta seguía siendo planta y seguía siendo pequeña y por fin pudo sonreir y disfrutar de la vida siendo quien era.

«Vos sos vos. Sos como sos y nunca tendrás mejor papel que siendo tu mismo. Al crecer te formarás y aunque pienses que ser como otro es mejor, nunca olvides que siendo vos mismo es como mejor puedes vivir»

 

«El tren volador»
Un hombre construyó un tren y le puso alas para volar. También le dio un cerebro para que pudiera hablar con sus pasajeros y preguntarles hacía donde ir. Podía llevar hasta cuarenta personas al mismo tiempo y para viajar en el tren volador se debían de hacer largas filas.
El tren disfrutaba mucho de viajar y más lo hacía cuando habían niños a bordo. Sus caritas con risitas le daban alegría y la mayoría le agradecía el viaje.
La noticia del tren volador fue llegando a todos lados y un día llegó un hombre muy rico y quiso comprarlo.
-No estoy en venta -dijo el tren, enojado.
-Tu creador necesita dinero y yo se lo ofrecí, por lo tanto, serás de mi propiedad y harás lo que yo diga- respondió el hombre rico.
La gente del pueblo se preocupó y entre todos juntaron todo el dinero que podían poner. Sin embargo, no pudieron juntar ni la mitad del dinero que se le había ofrecido al creador.
Todos se entristecieron el día en el se firmaron los papeles y que el tren pasó a ser propiedad de aquel hombre.
Pero grata fue la sorpresa de todos, al ver que al poco tiempo se creó una estación en la que se colocó un cartel que el viaje en el tren volador sería gratuito y únicamente para los niños que nunca hayan viajado ni en tren ni en avión.
Nadie podía creer la actitud del hombre rico y el alcalde del pueblo fue a su encuentro.
-Yo no tuve padres. Mi infancia la pasé de trabajo en trabajo y no conocí un tren hasta mis veinte años. Deseo que todos los chicos que pasan por situaciones parecidas a la mía puedan experimentarlo y disfrutarlo. Muchos piensan que porque tengo dinero soy malo y deseo que no lo piensen más.

«No siempre el rico es el malo y el pobre es el bueno. Siempre hay que conocer a la persona y conocer su interior, solo así podrás conocer la verdad de su corazón»

 

«El oso del circo»
Mamá y papá oso vivian junto con su hijo en el bosque. El pequeño era aún muy chico y débil para estar por su cuenta y pasaba sus días jugando con sus padres.
Pero un día, un grupo de hombres lo atrapó y se lo llevaron al circo que tenían. Lo ataron a una soga y el pequeño luchó por escapar y volver con sus padres. Lloraba cada noche extrañándolos.
Fueron pasando los días y los años. El pequeño oso había crecido y sus ansias de escapar se habían apagado. Se había acomodado a su vida. Vivía encadenado, pero le daban comida y no lo lastimaban. El calor de sus padres permaneció en su interior pero ya no luchaba por verlos. Había aceptado su destino.
Un día llegaron al circo un papá con su hijo y el pequeño, al ver a tan grande animal atado con una pequeña soga que fácilmente podía romper le preguntó a su papá por qué no se escapaba.
-No se escapa porque esa soga, por más que sea pequeña, representa un recuerdo de su pasado. Seguramente ese oso fue traido a la fuerza desde pequeño y siendo tan chico no pudo escapar, por más que lo haya intentado mil veces y ahora de grande le queda ese recuerdo, que la soga es irrompible.
El niño dudó por un instante y volvió a preguntar.
-¿Por qué no lo intenta ahora que es grande y fuerte?
El padre miró al oso y vio como se levantaba para recibir su merienda.
-Porque se acostumbro a su vida. Porque está cómodo con su encierro. -respondió.

«Cuando te sientas cómodo con un problema, preocupate. Nunca dejes de intentarlo, por más que no lo logres ni a la primera ni a la segunda ni a la décima vez. Cree siempre en tu pensamiento y nunca dudes de él.»

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