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El cachondeo

Esta vez había llegado temprano a la reunión.
Me estuve preparando toda la noche para este momento. Era tiempo de brillar.
Toda la noche en abstinencia. Si todo iba bien, el director me encargaría el informe, luego del informe, el proyecto y finalmente el ascenso.
Tenía la cabeza limpia de pensamientos impuros. Un drama como peli nocturna y servilletas para los ojos en lugar de para lo otro.
Tengo una adicción, lo reconozco. Vivo alzao’ y no lo quiero evitar.
Meneo tras meneo, mi mente se mueve sin par. El meneo de la Luisa, de la Clara, de la Nadia, todas bombas apunto de hacerme explotar.
Pero eso si, cuando hay que concentrarse, hay que concentrarse. En eso soy inflexible.
El trabajo es el trabajo y eso no se discute. Mi profesionalismo es total. Merezco cada duro.

El director de mi area entró por la puerta.

-Buenos días a todos- saludó con sonrisa -Les presento a nuestra nueva vocera, la señorita Rosada. Linda Yael Rosada.

«Oh dios» pensé mientras que mi mente se perdía. «¿Linda Y. Rosada? seguro debe ser así. Basta Juan, concentración plena.»

La muchacha de bellas piernas caminaba por la sala, apoyando sus manos sobre los hombros de los que estabamos asistiendo.  Era toquetona. Hablaba y hablaba, pero no ella sino su perfume. Seguro no tenía pachuli.
De pronto, se arrimó a mi lado.

-¿Entiendes lo que digo, Juan?- me miró de forma furtiva, apoyando los codos sobre la mesa.
«No le mires las tetas, no le mires las tetas» pensaba mientras que mi cabeza respondía su pregunta con un gesto.
Luego dobló su cuello y miró al resto, dejándome un primer plano del premio.

-La envergadura de este proyecto  es inimaginablemente grande -dijó, volviendo a clavar su mirada en mi.
-Recuerdalo Juan, recuerda la gran envergadura que esto representa.

Sin duda lo estaba recordando, con fuerza. Pero así y todo volví a la realidad.

La señorita Rosada se había sentado y se bajó un gran vaso de agua.
-Uff, si que me dejaron acalorada.

«Basta, basta» volví a pensar. Puedo ser más fuerte que esto.

-Juan- me miró Marcos.

-Si, Marcos, dime -respondí.

-Ya escuchaste a Linda, ¿qué te parece su idea de empotrarla en 4?

Casi me caigo de la silla.

-¿QUÉ QUÉ?. ¿Eso dijo?

Marcos asintió con la cabeza.

-Si, dime. ¿La empotrarías en 4?

-Bueno, pfff…-respondí. -Depende.

Martín opinó.

-¿Estructuralmente no se puede? Parecía algo viable.

-Ah, claro, soy el calculista. Si, entiendo que si se puede. -respondí volviendo a mi tono profesional.

Linda me sonrió y me tiró un besito a la distancia.

-Gracias por apoyarme, cari -me dijo. -Bueno, teniendo a Juan de mi lado volvamos a lo que nos compete.

Y así continuó la reunión, yo completamente centrado en el trabajo, salvo cuando olia su perfume libre de pachuli.
En cierto momento todos comenzaron a charlar, hubieron opiniones encontradas, discuciones, anotaciones y sobre todo, mucha euforia. La señorita Linda Y. Rosada caminaba por toda la sala, contenta, abrazando, besando, dando palmadas. La alegría era notable.
En un momento se acercó a mi y me dio un abrazo.
-Gracias por apoyarme con lo de la empotración en 4, gracias a eso tenemos este gran proyecto- me dijo mientras yo me perdía en su ser por vaya uno a saber cuanto tiempo.

-¡Juan! Eh, Juan, ¿me oyes?

El directorio estaba impaciente. La reunión había finalizado y yo seguía sentado como si nada.

-Juan, ¿quedó todo comprendido?

Si señor -mentí

-De acuerdo. Quiero el diseño para el próximo viernes sin demoras. Confío mucho en ti y en lo que representa este proyecto. -me dijo al salir.

«Oh Dios, y ahora ¿qué hago?» me lamenté.
Lo primero es seguro, tengo que dejar el porno.